Cuatro años habían
pasado de la ultima vez que la había visto, sus ojos me miraban y me penetraban
como la primera vez que me pidió un cigarrillo, no me quedaban mas, así que
compartimos el ultimo, supongo que inconcientemente genere un pretexto para
estar cerca de esa carita endemoniadamente angelical, en aquellos tiempos su
piel era suave como cuando te tocas la verga para las primeras masturbadas de
niño, siempre me gusto masturbarme aunque cuando era mas chico lo hacia con
culpa, años de iglesia me hicieron creer de que me daria tuberculosis o que me iría
directo al infierno por sacar mi propio jugo afuera, supongo que valía la pena cualquiera de las dos sentencias
por que lo hacia una y otra vez. Sus dientes estaban un poco sucios, eso quería
decir que no había vuelto a casa durante unos días, yo un pibe que hacia tiempo
que no pisaba la facultad, me dedicaba a ir de bar a bar, había visto la salvación
de saber que no servia para un carajo en el fondo de una botella de cerveza. La
primera vez que tome una cerveza fue a los doce años, mi papa me había cagado a
cintazos por haber desaprobado un examen, sabia que el no podía vivir sin su
cerveza y sin el partido de póker con sus amigos, por ende mientras se iba a la
casa del maldito idiota que tenia como amigo, que solamente lo único que hacia
era preguntarme si ya había debutado sexualmente, agarre la primera botella, la
abrí y como a todo niño, no me gusto para nada el sabor que esta tenia, pero me
reía sádicamente por dentro al saber que mi padre se enojaría y me daría la
tunda de mi vida por verme borracho, el no soportaba la idea de llegar a su
maldita casa, con su maldita familia sin una cerveza fría en el refrigerador.
Ella estaba ahí, mirándome y disfrutando pitada a pitada el
ultimo cigarrillo de la noche, me
pregunto de donde venia, que hacia y esas preguntas insulsas que se hacen en la
danza del coito, los dos ya sabíamos desde el principio que nuestro destino esa
noche seria en algún bulo barato de constitución, y el destino esta vez no
fallo, ahí nos fuimos caminando por las calles a paso lento, de vez en cuando
agachaba la mirada y observaba esas piernas con pequeñas varices que me ponían
loco. Ya quería saber que olor tenía su cuerpo. No surgió ningún tipo de
dialogo mientras cortábamos con nuestro paso la bruma de la madrugada, y llegamos,
un viejo de unos 60 años nos atendió en ese telo horrible, pero ya hacia años
que yo trabajaba en un lugar de mierda que pagaban poco. Entramos a la habitación,
se podía oler los años y años de jugos que tenían esas sabanas, las cucarachas
paseaban tranquilas y esperaban ser las primeras en ver el acto sexual. Nos
dimos el primer beso, su lengua se hundió hasta lo más profundo de mi garganta,
mi polla dura, su concha húmeda, sus pezones erectos y ahí nos fundimos durante
horas en el amor, ya no necesitamos más nada que el uno del otro. Pude ver en
su cuerpo alguna que otra cicatriz iguales a las mías, eso me excitaba mas y
mas, nunca me gustaron las tipas que tuvieran todo duro y perfecto, ni las que olían
a perfume caro, para mi nada mas excitante que una mujer con cicatrices de la
vida y un perfume barato que marque el sendero.
Y allá estábamos los dos, ya todo había terminado, mire su boca y le
dije te amo, ella sonrío, guardo silencio y durmió unas horas. Trate de no
dormirme y guardar cada segundo de su cara en mi mente, de su pubis peludo,
pero caí rendido a los sueños.
Al otro día me levante, ya había sonado el teléfono, el
viejo con la voz ronca me decía que ya se había terminado el turno, me di media
vuelta para levantarla y ella ya no estaba. La busque, en el telo, en la calle,
en el bar. Los días pasaban y el amor punzante me apretaba el corazón, día tras
día volvía a ese bar buscándola, pero solamente encontraba otro fondo de
botella de cerveza, una rica y refrescante cerveza. Mi sueño de amor borro algún
que otro recuerdo, mi cabeza empezó a tener algun que otro pelo blanco, los
años fueron pasando y mi polla desde ese entonces rara vez se paraba, lo único
que no cambiaba era mi maldito trabajo.
Y así pasaron 4 años, y ella ahí de nuevo en el viejo bar,
me miro, se rió y me dijo, tenes un cigarrillo? A lo que yo le respondí “te amo”…